Dios prometió a Abraham bendecirlo en todo[1] y ser padre de multitudes aun cuando su esposa era estéril. Y cuando Isaac deseó una esposa no había terminado de pedirla cuando Rebeca ya iba en camino.[2]
En el Nuevo Testamento, miles de años después de que bendijera a Abraham e Isaac, Dios también se manifestó a Saulo de Tarso. Este ni siquiera había terminado de orar cuando el Señor ya le estaba enviando a Ananías para que pusiera manos en él y recuperara la vista.[3]
El anhelo de Dios es vernos bien siempre, por eso no dudemos de que llegará el día en que, al igual que hizo con Abraham, a nosotros también nos bendiga en todo. Él no hace promesas basándose en nuestras capacidades, sino en nuestra fidelidad. Nuestra fe mueve Su mano aun desde antes que terminemos de orar. Mientras oramos aquí en la Tierra, el cielo se mueve a nuestro favor.
Sigue sirviendo y orando, pidiéndole a Dios de todo corazón y con todas tus fuerzas, porque Él escucha. Confía en que cuando prestas tu servicio a Dios y a las personas tu cosecha está asegurada. No pierdas la pasión porque la calidad de tu servicio será lo que determine el tamaño de tu bendición.
[1] Génesis 24:1: Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y Jehová había bendecido a Abraham en todo.
[2] Génesis 24:14-16: Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea esta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor. Y aconteció que antes que él acabase de hablar, he aquí Rebeca, que había nacido a Betuel, hijo de Milca mujer de Nacor hermano de Abraham, la cual salía con su cántaro sobre su hombro. Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía.
[3] Hechos 9:10-12: Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.